jueves, 15 de noviembre de 2007

acta - 150 AÑOS DEL FALLECIMIENTO DE MANUEL ORIBE


SEÑOR PRESIDENTE (Weiss).- Gracias a usted, señor Edil.

Tiene la palabra el señor Edil Benzano.

SEÑOR BENZANO.- Gracias, Presidente.

En primer lugar, quiero saludar al Secretario de la Intendencia, Alejandro Zavala; al Secretario del Directorio del Partido Nacional, doctor Pablo Iturralde; al Diputado Javier García; al Cónsul de Egipto y, muy especialmente, a un amigo, el señor Leopoldo Amondarain, integrante de la Comisión de Homenaje a don Manuel Oribe.

En realidad, estar hoy acá me produce un sentimiento muy especial. Hace cuarenta y ocho horas que el Edil Viviano me cedió la oportunidad de estar acá compartiendo este homenaje, y tengo un sentimiento realmente fuerte, porque no son los 151 ó 152 años, sino que son los 150 años de homenaje por la muerte de quien fuera el fundador de nuestro gran partido.

Además, es especial porque venimos ya de tres días de homenajes, de oratorias importantes y excelentes, que empezaron en el Paraninfo de la Universidad con el Rector Arocena y un excelente discurso del Senador Larrañaga; que seguimos con Maistegui y con Lacalle; y en el Senado con Abreu, Saravia, Gallinal y Sanguinetti. Hoy tenemos acá excelentes oratorias, plausibles o no, pero realmente buenas. Entonces, se nos hace difícil hablar, y humildemente decimos que poco es el aporte que podemos hacer a este homenaje.

Queremos señalar que encontramos algunas líneas de pensamiento en común en las expresiones de estas personas.

Siento que este no es sólo un homenaje para recordar a la figura de aquel libertador, al segundo jefe de los Treinta y Tres, al segundo Presidente constitucional, a aquel cuya gestión de gobierno ‑de la que tanto hemos estado hablando ahora‑ logró equilibrar las finanzas públicas. Dicen que tenía como 2:200.000 ‑pesos o patacones‑ en default, pero equilibró las finanzas.

Fundó la seguridad social en el Uruguay, lo detalló el Edil Graffigna. Combatió el tráfico de los esclavos y decretó la abolición de la esclavitud veinte años antes de que Lincoln lo hiciera en Estados Unidos; hizo del Uruguay uno de los primeros países que abolieron la esclavitud. Instaló y dotó escuelas en todo el país. Dicen, además, que él le manifestaba a su gente en el Interior que donde había 20 chicos había que poner una escuela. Fundó la Universidad Mayor de la República ‑han hablado bastante de ello‑, pero también la Menor, la de Artes y Oficios. Reinstaló la Biblioteca Pública, que había sido depredada por la invasión brasileña. Creó el Museo Nacional. Y creó algo muy especial para esta Junta Departamental: la primera Comisión de Nomenclatura.

Sentí que en cada una de las exposiciones realizadas había coincidencias, como decía hace un rato, en algunas líneas argumentales; yo encontré dos o tres fuertes. La primera es la permanente vinculación con nuestro héroe máximo, Don José Gervasio Artigas. No era Oribe un intelectual que teorizara sobre cómo los ciudadanos deben comportarse en el gobierno de una república, sino que fue un hombre que enseñó con la acción; también con la pluma, con sus cartas. Marcó el ideal artiguista; el pensamiento americanista; termina siendo proclamado el Defensor de la Independencia Americana; la interpretación de la esencia de lo nacional, el concepto de la patria, la entrega de lo personal por lo colectivo y en el sacrificio de su vida por los ideales, pero, por sobre todas las cosas, debemos destacar el renunciamiento. No debemos olvidar que Artigas estuvo treinta años viéndola de afuera para ser el héroe nacional; Oribe también se fue, a España. Pero hay otros renunciamientos ‑que quizá no tengan la categoría de “verla de afuera”‑ que muestran lo que era Oribe.

Su amigo Larravide le regala en uno de sus cumpleaños un recado con tachones oro y plata, de un valor enorme; se lo envía junto a una carta. En seguida Oribe se lo manda de vuelta con otra carta que decía: “Querido amigo, recibí su carta y su magnifico obsequio, le devuelvo ambas cosas. Lo uno, porque no merezco los conceptos con que me favorece, y porque como su amigo leal, creo que no conviene a Ud, para el porvenir dejar con su firma esa carta cortesana de los tiempos de Luis XIV, mal dirigida a un republicano.

“El regalo porque es demasiado valioso y no conviene a mi decoro aceptarlo, ni a Ud. el hacerlo dado nuestras posiciones respectivas.

“No debo ni quiero quedar obligado a persona alguna del modo que me obligaría la admisión del importante presente que Ud. tiene la amabilidad de hacerme en este día de mi cumpleaños”.

La historia dice que Larravide muere en la miseria debido a un mal negocio. Cuando Oribe llega de España, enterado de la muerte de su amigo y de la situación económica muy mala de su familia, va a visitar a la viuda de Larravide. Ella no le permitía entrar a su casa por las condiciones en las que estaban viviendo, y Oribe le señala que él venía a dejarle los títulos de sus propiedades para que pudiera salir de la pobreza.

Creo que fue un gobernador inusual en su época; para ser honestos, creo que también lo sería en el mundo de hoy. Por ello sostenemos que Oribe fue el continuador de esa línea artiguista que hoy estábamos presentando.

También al escuchar las exposiciones que me antecedieron sentí que era necesario extrapolar el contenido de su gobierno al de hoy. Bien lo resaltaba hoy el señor Edil Graffigna al leer la carta de aquel acérrimo opositor: Juan Carlos Gómez. Vuelvo a leerla porque creo que es importante lo que dice sobre el gobierno de Oribe: “El caudillaje enciende la guerra civil en 1836 bajo un gobierno que respetaba la ley, que administraba con escrupulosidad los dineros públicos, que ningún derecho atacaba, que fomentaba la educación popular, tributaba consideración a los talentos y a las luces y hacía alarde de modestia republicana y de cultura de procederes”.

¡Cuánto valor tendría hoy el gesto de Juan Carlos Gómez de admitir lo que fue el gobierno de Oribe! Aquella necesidad estuvo presente en todas las conversaciones y exposiciones. Creo que había una gran necesidad en ese sentido, puesto que hoy el siglo del conocimiento ‑con todas las investigaciones históricas que hay, con la aparición de documentos, la facilidad de las herramientas tecnológicas en materia de comunicación y el empeño por el acercamiento a la verdad, y eso es realmente lo que se quería: un acercamiento a la verdad‑ ha puesto en evidencia falacias históricas que yo creo es hora de reparar. Y es responsabilidad de nuestras generaciones el hacerlo. Considero que la historia ha sido muy, pero muy injusta con Manuel Oribe. Lo decía el otro día el Padre Sturla en la Iglesia de San Agustín, y también, obviamente, lo han dicho muchos historiadores: la historia ha sido muy injusta con Manuel Oribe.

Pablo VI decía que se puede pecar contra la verdad lo mismo por omisiones calculadas como por información inexacta. Yo creo que Oribe durante decenas de años fue víctima de ese pecado, quizá por lo que decía hoy el señor Edil Gloodtdofsky: por el contexto político existente en ese momento.

Creo que su trayectoria fue empañada y que para cualquier nación libre sería un orgullo reposicionar la figura de Manuel Oribe. Reconocemos la injusticia y queremos, sobre todo, dar a las generaciones futuras la posibilidad de adquirir aquellos valores verdaderos que tenía Oribe. Creo que eso es lo más importante. Por lo tanto, creo que debemos plasmar esto e incentivar el que su figura esté en los libros de historia y, sobre todo, en el nomenclátor.

Hay algo que no puedo dejar de decir y sobre lo que he conversado muchas veces con Dari Mendiondo. En lo personal, me parece casi inaceptable que en el nomenclátor de la ciudad el fundador del Partido Nacional sólo tenga seis cuadras, una calle de barrio con sólo seis cuadras. Le pido perdón al Partido Colorado y a mi coordinador, quien me pidió por favor que no dijera esto, pero no me anima otra cosa más que decir que el fundador del Partido Colorado tiene 11 quilómetros; obviamente, esto no es culpa del Partido Colorado, pero sí creo que debemos reposicionar el nombre de Oribe con un homenaje.

(Interrupción de la señora Edila Glenda Rondán)

SEÑOR PRESIDENTE (Weiss).- ¡Orden, señora Edila! Venimos muy bien. Está haciendo uso de la palabra el Edil Benzano. Les pido por favor que mantengamos el orden.

Puede continuar el señor Edil Benzano.

SEÑOR BENZANO.- Nosotros entendemos que en el homenaje el respeto ha sido mucho, pero también sentimos que debemos reivindicar el nombre y la figura de Manuel Oribe, sin entrar en discusiones sobre lo del 8 de Octubre. No obstante, en la proclama final del homenaje nuestro partido pide: “En esta hora de recuerdo y homenaje urgimos a la justicia histórica a sustituir la nominación de la actual avenida capitalina 8 de Octubre por Libertador Brigadier General Manuel Oribe”. Creo que este aspecto es, en realidad, lo más injusto de todo, porque esa avenida es la avenida de la Villa Restauración: lo que él soñó, lo que él diagramó desde su nacimiento y en lo que estuvo hasta en los menores detalles. El otro día me decían que si habrá estado hasta en los mínimos detalles que mandó traer dos sastres de España para que todos estuvieran a la moda.

En esta Junta Departamental tenemos todo el poder de hacerlo; podemos decretarlo, podemos lograr el consenso político necesario para hacerlo. Está en la conciencia de cada uno de los Ediles el apoyar esto y hacer que los uruguayos y montevideanos puedan tener en el futuro la imagen verdadera de quién fue realmente ‑no pedimos más‑ Manuel Oribe.

Para terminar, diremos que Manuel Oribe fue el defensor feroz de la soberanía de la nación, de la libertad individual, de la vigencia del Estado de derecho, de la Constitución, de la Ley y de la justicia social.

Gracias, Presidente.

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